martes, 4 de diciembre de 2007

La tentación de estar sola

Hay aglo que es bien claro: ninguna mujer quiere estar sola. Incluso las que dicen que no tienen tiempo para el amor porque están ocupadas y tratan de dar esa imagen de mujer del siglo XXI que cambia el cuerito de la canilla sola, mienten. De seguro esa ejecutiva que se jacta de tener independencia económica, que alardea sobre el hecho de que no tiene que rendirle explicaciones a nadie se derretiría si un tipo la invita a tomar mate al Prado un domingo a la tarde (con lo chongo que eso suena).

Y es que la mujer en algún momento del día necesita de un hombre. Y no hablo de calentura, sino de otras cosas. A mi me sale la “Susanita” los domingos de tarde cuando por lo general mis amigos están en pareja y la tele es un bodrio (me olvidé de comentarles que por una razón filosófica, o más bien de dinero, no tengo cable, lo cual es un gran problema para soledad).

Y cuando pasa eso es inevitable echarle mano al último desgraciado con el que salí. Ese estúpido que me dejó sola en el medio de Avenida Centenario en pleno invierno porque no me quise acostar con él, el mismo que es casado y que me llevaba a la casa donde vivía con su novia cuando ella se iba para afuera, el mismito que guardó mi número bajo el nombre de “ROBERTO” en su celular y me pedía que le mandara mensajes del estilo “¿Pinta picadito hoy?”, cuando quería verlo. Entonces todas esas cosas malas que pienso ahora (entre semana con la cabeza ocupada y con el domingo lejos) se diluyen y un suspiro me hace recordar los fugaces momentos buenos que pasé con él, que a la distancia sé que son mentira, pero me sirven de excusa para no sentirme tan sola.

Entonces agarro el celular y empiezo una pulseada entre la razón y la soledad. Una me pide a gritos compañía y la otra me hace acuerdo que todavía tengo algo de dignidad. El dedo va y viene entre la tecla SEND y la tecla END y finalmente me decido. Y claro, no lo llamo. Me voy a la heladera y me como hasta los estantes, me siento culpable, me depilo, escucho esa canción que dice “Cuando el alma necesita un cuerpo que acariciar...”, y entonces vuelvo a la heladera, pero ya no hay nada. Entonces me deprimo más aún. Y después, ya siendo de noche, alguna amiga siempre llama para dar una vuelta y ahuyentar los fantasmas melancólicos que pueblan mis tardes de domingo, justo antes de que me corte el cerquillo a lo Amelie en una especie de autoflagelación.

La clave, entonces, no es sentirse sola, sino no convertirse en una mina “patéticamente sola” que llama desesperada a un tipo que de seguro ya no tiene ni su número registrado en el teléfono.

Beatrix Kiddo.

3 comentarios:

gen71 dijo...

Impecable.
Saludos

Estrella Fugaz..* dijo...

Es verdad, siempre es necesaria la compañía de un hombre, sobre todo en los momentos que te sientes profundamente sola. Aunque hay que reconocer que a veces las opciones son tan malas, que es mejor quedarse en casa viendo televisión sin cable. Saludos!

Un hombre muerto dijo...

Los fantasmas melancólicos me sirven el desayuno todos los dias...